Desde la publicación de mi obra obra El fin de las ciencias económicas: El comienzo de la Edad de Oro, muchos de ustedes me han pedido profundizar en el capítulo dedicado a las matemáticas sagradas y, en particular, en la identidad cos²x + sin²x = 1, que escapa al simple marco escolar. Esta fórmula es uno de los pilares secretos de la tradición universal, una clave de lectura de lo real, un espejo exacto de la unidad que sostiene toda manifestación.
Porque
esta igualdad no es una construcción abstracta: es el corazón palpitante de la
geometría viva. Imaginen un punto recorriendo el círculo de radio 1: su proyección
horizontal, el coseno, es el agua, la receptividad, la horizontalidad femenina
evocada por la Bella Durmiente o Blancanieves tendida. Su proyección vertical,
el seno, es el fuego, la energía ascendente de lo masculino, esa fuerza que se
eleva hacia el cielo, simbolizada por la llama olímpica.
Así
se revela la verdad fundamental que los sabios de todas las tradiciones
transmitieron bajo mil formas: la existencia reposa sobre dos polaridades
complementarias, una horizontal y otra vertical, una femenina y otra masculina,
y es su unión armoniosa la que da nacimiento al Uno. El círculo unidad no
representa sólo una figura geométrica; es la ilustración perfecta de la
totalidad, de la unión de los contrarios, del equilibrio que sostiene la
creación. Y la identidad trigonométrica que lo rige no es nada menos que la
firma matemática de esta unidad.
Este
capítulo, que desarrollo aquí, muestra por qué cos²x + sin²x = 1 no es una
simple herramienta de cálculo: es una fórmula matricial, un esquema del mundo,
una clave espiritual olvidada —y sin embargo indispensable para comprender lo
que debe derrumbarse y lo que debe renacer en nuestra civilización.
EL CÍRCULO Y LA CRUZ
La
cruz no es una imagen religiosa accesoria: es la geometría del convivir. Fijar
lo horizontal y lo vertical es mostrar que la unidad no es la negación de los
contrarios, sino su relación armónica. Jesús en la cruz encarna esta unión:
horizontalidad del amor y verticalidad de la energía transformadora, culminando
en la unidad. El punto central, el axis mundi, es el lugar de paso donde lo
múltiple vuelve a ser Uno.
LAS LETRAS SAGRADAS: JUDAÍSMO, CRISTIANISMO E ISLAM
El
tetragrama YHWH es la arquitectura de un devenir. Yod (principio), Hé
(manifestación), Waw (vínculo) y Hé (retorno) forman una estructura en la que
el doble Hé significa elevación al cuadrado, estabilización de un potencial.
Leer YHWH a través de la trigonometría nos ilumina en más de un sentido: Y
(Yod) corresponde a la horizontalidad (cos x), Waw a la verticalidad (sin x), y
la repetición de la letra H es la operación de elevar al cuadrado, la
afirmación de una totalidad que no se reduce.
Yeshua
(יֵשׁוּעַ) revela la misma mecánica: Yod-Shin-Waw (Ayin, la vocal desaparece
en la escritura aramea). Shin es la llama, la purificación activa del Verbo;
Vav es el clavo que une lo alto y lo bajo; Yeshua es por tanto el germen divino
que atraviesa el fuego y une cielo y tierra. La estrella de dos triángulos
(ISIS + RA = EL, ISRAEL) manifiesta visualmente la reunión de las polaridades:
dos triángulos que se entrelazan y forman una unidad perfecta. El baño María
—imagen fundadora— une el agua y el fuego, prueba de que la transformación es
conjunción de los elementos, no aniquilación.
IBN ARABI Y LA UNIDAD DEL SER
El
sufismo afirma sin rodeos: el mundo, con su multiplicidad, es el lenguaje
mediante el cual el Único se revela. Las letras no son simples signos; son
fuerzas creadoras. La humanidad completa es aquella que reúne en sí las
diferentes letras y nombres, convirtiéndose en receptáculo del Verbo. Explica
que las letras son los cuerpos de los Nombres Divinos y la sustancia misma de
la creación. Cada letra es un grado de esta manifestación divina.
«Sabe
que las letras son, en su esencia, los cuerpos de los Nombres Divinos... Toda
la existencia es una palabra pronunciada por Dios, y las letras son las raíces
de todas las cosas manifestadas, porque es por ellas que la palabra divina se
ha diversificado y desplegado en el universo.»
El
ser humano perfecto (al-insān al-kāmil) es el que comprende y reúne
todas estas letras, convirtiéndose en la integridad del Verbo divino y el
receptáculo de todos los Nombres. Ese es el sentido de la Perfección y de la
Unidad buscada (Tawhid). El Islam posee una profundidad espiritual
insospechada, muy lejos de la imagen del “barbudo sanguinario” que se intenta
vendernos…
La
fórmula cos²x + sin²x = 1 es la demostración formal de que esta pluralidad se
sostiene en la unidad perfecta del círculo. Ibn Arabi sostiene que el Tawḥīd
es la Wihdat al-Wujūd (la Unidad del Ser): no hay más que una única
realidad verdadera, que es Dios. El mundo, en su dualidad y multiplicidad
aparente —cos²x + sin²x— no es sino la manifestación de esta única Esencia
divina.
CONSECUENCIA PARA LA ECONOMÍA
El
colapso de los sistemas que olvidan la unidad es inevitable. Nuestros sistemas
financieros y políticos han ignorado la geometría sagrada. La acumulación
lineal —la fuga hacia el infinito en una Tierra finita— es una lógica de
implosión. Debemos dejar de pensar en términos de PIB y reemplazarlo por el
BNB, la Felicidad Nacional Bruta, como lo hizo Bután. Donde la sabiduría
tradicional propone el encuentro y el equilibrio de las polaridades, nuestras
ideologías han institucionalizado la polarización, la transformación por la
violencia, la desunión, la guerra de todos contra todos. El resultado es
visible: ciclos de crisis, querellas ideológicas, derrumbes morales y,
finalmente, guerras mundiales.
Las
constantes irracionales (√2, π, φ, e) no son curiosidades abstractas: testimonian el
infinito inscrito en la forma —el orden irracional que sostiene la creación. La
búsqueda de la unidad es efectivamente el corazón común de las tradiciones. No
exige la uniformización, sino el reconocimiento y el respeto de los caminos
diversos que conducen al mismo centro. Rechazar esto es transformar la
espiritualidad en ideología totalitaria; aceptarlo es restaurar la riqueza
plural de las tradiciones afirmando al mismo tiempo la misma verdad central.
ACLARACIÓN CONTRA LOS DESVÍOS
La
gran unidad del corazón de las religiones no es sinónimo de uniformidad. El
verdadero trabajo espiritual consiste en defender y preservar las
singularidades, respetar los ritos y las formas, impedir que una gran síntesis
mundialista se convierta en una mezcla vacía que de todos modos fracasará. Mi
propósito siempre ha sido mostrar que la convergencia de las raíces religiosas
no conduce a un dogma mundial, sino a un reconocimiento mutuo y a una
responsabilidad común hacia lo sagrado.
CONCLUSIÓN: RECUPERAR EL EQUILIBRIO
La
fórmula cos²x + sin²x = 1 es una regla simple y enérgica: la suma de las
polaridades es la unidad. Toda ciencia, toda práctica social que se aleja de
ella se expone a la ruptura. No se trata de reemplazar la economía por un credo
místico, sino de integrar la sabiduría geométrica y simbólica en el corazón de
las decisiones colectivas.
Tras las grandes masacres que se avecinan (el odio generalizado), por fin podremos reaprender a amarnos. Ese es el mensaje de Yeshua/Jesús/’Īsā, y es el único que importa.
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